La historia de los funiculares se empieza a escribir a finales del siglo XIX, en la época de las máquinas de vapor. En el siglo XX se consolida con el uso de la electricidad y se modernizan en el siglo XIX con la aplicación de los avances tecnológicos para garantizar la seguridad y comodidad del transporte.
A pesar de los avances en la actualidad seguimos encontrando funiculares que se han anclado en el pasado conservando el encanto de las construcciones de hace un siglo, intentando disimular las mejoras tecnológicas en sus reformas, para realizar un viaje en el tiempo al subirse en algunos funiculares.
Su origen era crear un medio de transporte capaz de superar grandes desniveles de terreno con ferrocarriles. El uso de dos trenes unidos con un cable, de ahí su nombre de funicular (funi=cuerda). Este sistema facilitaba que el tren situado en el inferior pudiera subir gracias a la inercia del tren que descendía pasando el cable por una polea situada en la parte superior que a su vez era accionada por una máquina de vapor en sus orígenes.
Unos años más tarde, el sistema de propulsión pasaría a ser motores eléctricos con sistemas de poleas reductoras para aumentar la fuerza y reducir la velocidad.
El primer funicular de la historia se construyó en Francia en la ciudad de Lyon en 1862 para poder ir de Rue Terme a Croix Rousse, estaba accionado con una máquina de vapor y su vida fue muy corta, ya que a los 6 años se eliminó haciendo un camino con un túnel.
Los siguientes años solo se construyeron funiculares en Europa, hasta la construcción en Valparaiso, Chile, varios funiculares, el primero en 1883.
El primer funicular accionado con un motor eléctrico se construyó en Suiza en 1888.
En el siglo XIX solo se construyeron una decena de funiculares, a principios del siglo XX se empezaron a construir gran cantidad de funiculares, muchos de ellos siguen funcionando en la actualidad.